06 julio 2009

El espejo.

Siempre he pensado que tengo una relación de amor/odio con los espejos. Cuando era niña mis compañeras de colegio siempre decían que si te mirabas en el espejo a la medianoche ibas a ver la cara del diablo, y como era de esperar, más de alguna vez lo intenté y claro que vi la cara del diablo. Era oscura, de ojos brillantes y medio saltones... pero si prendías la luz resultaba que era yo, una niñita de 8 años crédula.
Tiempo después empecé a odiar los espejos, creo que hubo una etapa adolescente en la que me cargaba mirarme en ellos, probablemente por creerme poca cosa, feita, o quizás que otro adjetivo más me endosé en esos tiempos noventeros... En el colegio jugábamos a ser como las spice girls o cosas así, y obviamente no calificaba para ninguna de las vacantes de ese tipo de juegos.
Más adelante seguí detestando los espejos... o mejor dicho, mi reflejo en ellos, hasta que por osmosis y un poco de inercia me reencontré con ellos... no sé si con mucha alegría, pero por lo menos me detenía a mirarme en ellos un poco más.
Ahora no sé bien que sucedió, pero después de mucho pensarlo y de darle vueltas descubrí que desde que tengo un espejo en mi pieza, y especialmente cerca de mi computador, desvío mi atención de vez en cuando de las obligaciones sólo para ver que cara tengo. Si tengo cara de culo, si soy feliz, si tengo sueño o cosas así.
Sólo para que se tenga como dato, mientras escribía esto, me detuve a reconocerme unas 4 o 5 veces aproximadamente... no sé si ahora mi autoestima está blindada o si me estoy volviendo irremediablemente narcisista, sólo sé que me sirve de mucho el tener mi espejito en las mañanas, las tardes y las noches... o no?

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