28 junio 2009

Pero que locura...

Hace exactamente 14 días gritaba a todos los vientos que amo caminar en la lluvia y todo lo demás... pero anoche me pasó algo que me hace reconsiderar mi fascinación por la lluvia.
Era casi la 1 a.m. y yo iba con mi fiel amigo Nicolás caminando por la alameda, con lluvia y ríos por todos lados.
Eran la 1:30 a.m y yo seguía junto a mi fiel amigo Nicolás caminando por la alameda, con lluvia, ríos y muchas micros que no servían.
Eran las 2 a.m. y yo seguía en la alameda con mi fiel amigo Nicolás, decidí tomar CUALQUIER micro que me dejara relativamente cerca de algún lugar proximo a mi hogar.
Eran las 2.15 a.m. llegaba al barrio Suecia, con los pies mojados, los pantalones mojados, el pelo mojado y en realidad casi todo mojado... llegué a un paradero vacío... después llegó un infaltable curadito bueno para la conversa... y así se fueron sumando paulatinamente los pacientes usuarios del transantiago...
A las 2.30 pasó un amague de micro, iba fuera de servicio.
a las 2.35 dejó de llover un ratito, pero el frío se puso insoportable. Sentí los pies congelados y concebí la posibilidad de dejar de sentir los dedos de mis pies. Cerca de las 2.40 ya eramos muchos... unos 30 quizás... y no, no pasaban micros y la temperatura seguía bajando endemoniadamente.
Ya era demasiado... pero a las 2.45 aprox. pasó una micro que si funcionaba... era la mía.
Pero claro no todo es perfecto... a pesar de ir encaminada a mi hogar y en la tranquilidad de la micro, cerca de mi destino se sube un contingente de gente de aspecto violento... si... bien violento... medio marginal pastero.
En efecto, le achunté... uno de los sujetos andaba con un trozo de vidrio y en actitud agresiva, al punto de amenazar a algun perico que estaba con ellos o que andaba de pasajero. Ok, lo asumo me morí de miedo en ese momento, pero no era suficiente porque yo me recordaba la cara del sujeto y que alguna vez se habia bajado de la micro junto a mi.
Y cielos, tenia que bajar.
Al final me bajé... caminé... con lluvia y mucho viento... y cuando llegué a mi casa no pude evitar sentir que por culpa de la lluvia y un arranque irracional de mi madre nada de esto hubiera pasado.

14 junio 2009

camina, salta, vuela.

Estaba oscuro, y aunque tuviera los ojos abiertos no podía ver más que la misma noche negra en mis ojos y manos. Sólo me quedaba la oportunidad de cerrar los ojos y concentrar las energías del desvelo en escuchar cómo se iban derritiendo los vidrios de los edificios con las gotas de lluvia que no cesaban de caer.
Inevitablemente el sonido de las gotas me despierta, sagradamente, las ganas de salir a caminar en la lluvia sin nada más que un abrigo y un par de ideas que resolver en la cabeza.
Yo no entiendo mucho el porqué la gente ante la irrupción de las gotas corre despavorida a buscar refugio, como si el agua nos fuera a dañar las conciencias o los pensamientos. Puede que no pase nada más terrible que un simple resfrio, puede que simplemente no pase nada.
Pero volviendo... nunca me habia percatado en lo mágico que puede resultar estar parado bajo la lluvia unos segundos mientras el resto del mundo pareciera correr a una velocidad impresionante, y después de eso largarse a caminar por algún camino hacia alguna parte, donde nada importe y nada falte. Y de ser posible, en el camino ponerse a saltar, desafiar la gravedad y el peso de las gotas que nos comienzan a amarrar a la tierra y nos hacen prisioneros de este mundo.
No sé si seré la unica que se ha detenido a sentir el placer del golpeteo incesante de las gotas de lluvia en la nuca, mientras las ideas se van purgando con el agua y el aire frío del invierno. Después uno se siente liviano, frágil y un poco incierto, no se sabe si te estás elevando o si te estás enterrando, si te estás congelando o te estás derritiendo... pero al final, son solo gotas, es agua... lluvia de una ciudad enferma y podrida que no puede hacer más que esperar por más gotas que la quieran limpiar.