14 junio 2009

camina, salta, vuela.

Estaba oscuro, y aunque tuviera los ojos abiertos no podía ver más que la misma noche negra en mis ojos y manos. Sólo me quedaba la oportunidad de cerrar los ojos y concentrar las energías del desvelo en escuchar cómo se iban derritiendo los vidrios de los edificios con las gotas de lluvia que no cesaban de caer.
Inevitablemente el sonido de las gotas me despierta, sagradamente, las ganas de salir a caminar en la lluvia sin nada más que un abrigo y un par de ideas que resolver en la cabeza.
Yo no entiendo mucho el porqué la gente ante la irrupción de las gotas corre despavorida a buscar refugio, como si el agua nos fuera a dañar las conciencias o los pensamientos. Puede que no pase nada más terrible que un simple resfrio, puede que simplemente no pase nada.
Pero volviendo... nunca me habia percatado en lo mágico que puede resultar estar parado bajo la lluvia unos segundos mientras el resto del mundo pareciera correr a una velocidad impresionante, y después de eso largarse a caminar por algún camino hacia alguna parte, donde nada importe y nada falte. Y de ser posible, en el camino ponerse a saltar, desafiar la gravedad y el peso de las gotas que nos comienzan a amarrar a la tierra y nos hacen prisioneros de este mundo.
No sé si seré la unica que se ha detenido a sentir el placer del golpeteo incesante de las gotas de lluvia en la nuca, mientras las ideas se van purgando con el agua y el aire frío del invierno. Después uno se siente liviano, frágil y un poco incierto, no se sabe si te estás elevando o si te estás enterrando, si te estás congelando o te estás derritiendo... pero al final, son solo gotas, es agua... lluvia de una ciudad enferma y podrida que no puede hacer más que esperar por más gotas que la quieran limpiar.

1 comentario:

Tiruriru dijo...

No sabes cooomo te entiendo
flickr.com/photos/raivanux/3643417790

Saludillos, Atte @tiruriru